martes, 17 de marzo de 2009

LOS POPULISMOS

ÉSTE ES UN ARTÍCULO PUBLICADO EN EL DIARIO EL MUNDO, EN SU VERSIÓN DIGITAL. OS RECOMIENDO SU LECTURA, Y QUE DESARROLLÉIS UNA REFLEXIÓN POSTERIOR.

Bolivia, suma y sigue
El presidente de Bolivia, Evo Morales

JORGE DE ESTEBAN

Uno de los grandes defectos del constitucionalismo latinoamericano, en parte heredado de la España del siglo XIX, consiste en que en casi todos los países, la Constitución no es considerada en su triple dimensión de "pacto político básico", que debe ser consensuado para garantizar la convivencia; de "norma primera y suprema", que vincule directamente tanto a gobernantes como a gobernados; y, finalmente, de "fuente de todo el Derecho", el cual deberá adaptarse al marco que aquella establece.

La Constitución, en los países latinoamericanos, es considerada, en cambio, por encima de todo como un "Programa político de un Gobierno", que la adopta o la reforma según sus conveniencias, y de ahí que las Constituciones, en muchos países, se sucedan una detrás de otra, al ritmo que marcan los que se apoderan del gobierno del país, por una u otra vía.

Es lógico así que tengan una vida tan corta como en el Ecuador, que lleva en 200 años alrededor de 30, o que, por el contrario, aunque duren ya casi un siglo, como excepcionalmente ocurre con la actualmente vigente en México, reformada múltiples veces, no sean nunca completamente aplicadas en tanto que verdadera norma jurídica vinculante para todos.

Ahora en Bolivia se ha aprobado el domingo pasado en referendum, por el voto afirmativo de casi un 60 % del electorado, una nueva Constitución, la número 14, si no me equivoco, en su historia, pero que tampoco está dentro del esquema señalado.

En efecto, es una Constitución-programa político, más que una Constitución-pacto político y norma jurídica, y que no parece que podrá resolver la grave crisis nacional en que se encuentra sumido el bello país boliviano. Y no lo es porque mantiene la fractura del país entre las provincias ricas orientales y las indigenistas y más pobres del oeste.

De esta manera, dos tercios de los territorios del país han votado en contra de la Constitución, y, en consecuencia, con este desacuerdo no será el pacto político nacional, que se necesita en Bolivia para poder subsistir como nación. De ahí, la curiosa contradicción que se lee en su preámbulo, en donde se dice, por un lado, que Bolivia esta "comprometida con la libre determinación de los pueblos", para añadir a continuación, por otro, que "manifestamos nuestros compromiso con la unidad e integridad del país".

Extraña cuadratura del círculo, que se quiere resolver con el artículo 2, al señalar "que se garantiza la libre determinación de sus territorios en el marco de la unidad del Estado". Por lo demás, influida por el "torrentecialismo constitucional" de Venezuela (seguido también aquí por el Estatut de Cataluña), la nueva-vieja Constitución de Bolivia supera los 400 artículos, exuberancia que en lugar de simplificar, complicará las cosas.

En conclusión, a diferencia de lo que debe ser la seguridad jurídica propia de una Constitución, la recientemente aprobada en Bolivia adopta una condición que es consustancial al hombre: la incertidumbre ante el futuro.

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