jueves, 20 de enero de 2011

Alternancia política en la Restauración tras la ley electoral de 1890

-->
DISTRIBUCIÓN DE LOS PARTIDOS DEL TURNO EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

AÑOS ELECTORALES
PARTIDO CONSERVADOR
PARTIDO LIBERAL
SUMA DE CONSERVADORES Y LIBERALES
TOTAL DE LA OPOSICIÓN DE FUERA DEL TURNISMO
1891
65’6
20’8
86’4
13’5
1893
15’2
70’2
85’5
14’5
1896
69’5
22
91’5
8’5
1898
21
66’3
87’3
12’8
1899
58’7
30’3
89’0
10’1
1901
21’7
61’1
82’8
17’2
1903
59’5
25’3
84’8
15’1
1905
30’2
56’6
86’9
13’1
1907
62’3
19’3
81’6
18’3
1910
25’2
54’2
82’7
17’3
1914
52’4
29’6
83’7
16’3
1916
27’6
56’2
84’9
15’1
1918
37’9
40’8
78’7
21’3
1919
49’3
32’5
83’1
16’9
1920
56’7
25’1
83’3
16’7
1923
26’4
54’5
84’9
15’1

FUENTE: MARTÍNEZ CUADRADO, Miguel (1973): La burguesía conservadora (1874-1931). Madrid. Alianza universidad. Pág. 413

En esta tabla vemos representados la distribución de los escaños conseguidos por las diferentes formaciones políticas en la etapa de la Restauración, desde 1891, hasta el inicio de la dictadura de Primo de Rivera. Para ello, se ha tomado una división en seis columnas que abarcan prácticamente todos los años del período, excepto los de la dictadura de Primo de Rivera, y los primeros años del sistema canovista.

Respecto a la descripción de la tabla, en la primera columna comenzando por la izquierda, observamos los años en los que tienen lugar las elecciones. En la siguiente, el porcentaje de escaños que el Partido Conservador consiguió en los procesos electorales, y en la siguiente, los logrados por el Partido liberal. Más a la derecha, la suma de los escaños obtenidos por conservadores y liberales, y, en la última columna de la derecha, los escaños obtenidos por los partidos opositores al turnismo. Nótese que las cifras en negrita corresponden a los resultados del partido que está en el gobierno a la hora de la convocatoria de las elecciones.

Como podemos observar, aunque los porcentajes varían, las mayorías logradas por unos y otros siempre son absolutas, de manera que los diferentes gobiernos pueden desarrollar su labor sin problemas. De hecho, el gobierno en el poder siempre gana las elecciones, incluso en las de 1918, cuando éstas son convocadas por un gobierno de concentración. Excepto en este caso, el gobierno ha obtenido el acta de disolución de las  Cortes y ha convocado nuevas elecciones, las cuales, en virtud de una serie de pactos y de hábiles maniobras, son siempre ganadas por el partido al que los ministros pertenecen. No hay cambios, y las cómodas mayorías permiten a los ministros no sufrir obstrucciones en su labor.

En principio, y según marcaba la Constitución, un gobierno podía estar en el poder un máximo de cinco años, pero este período nunca se llegó a agotar. De todas formas, en principio se respetó una relativa igualdad en los períodos en los que los ejecutivos disfrutaban del poder, excepto en el período entre 1910 y 1914. Este caso fue un poco atípico, ya que los liberales habían ascendido en octubre de 1909 al gobierno tras la Semana Trágica (gobierno de Moret), pero mantuvieron unos meses las Cortes con mayoría conservadora (propias del turno conservador) hasta que convocaron, como es lógico, nuevas elecciones en febrero de 1910, que, por supuesto, ganaron. Pero, pese a este hecho, no debemos pensar que los partidos dinásticos ejercían una auténtica oposición entre ellos, aunque sí que se diferenciaban.

Los resultados electorales de las opciones políticas de fuera del turnismo, fueron sistemáticamente reducidos. Es cierto que conseguían escaños, como algunos republicanos y carlistas moderados, pero en estos casos se debía a que éstos también se apoyaban en cacicazgos para llegar al Congreso y a la parte electiva del Senado. En definitiva, todos de alguna manera se beneficiaban de un sistema adulterado en el que cada uno sabía qué papel jugaba, y qué obtenía a cambio de aceptar el guión marcado. Evidentemente, los intereses de las masas populares estaban totalmente obviados, pese a los intentos de avance en materia social.

El sistema fue muy estable, pero para ello se tuvieron que manipular las elecciones. En un primer momento, en virtud de la ley electoral de 1878, esto fue relativamente sencillo, pero cuando en el turno liberal de 1890 se aprobó la ley de sufragio universal, con el aumento de electores esta práctica necesitó incluso el recurso a la violencia para conseguir domesticar al electorado.