Ayer, un compañero de trabajo, Tomás Pérez Molina, me envió este link. A través de este enlace, accederemos a un texto, en mi opinión muy interesante.
El comentado artículo versa sobre la relación entre la construcción del Estado liberal y la personalidad de la monarca que, de alguna forma, lo pilotó.
Recomiendo su lectura.
Muchas gracias, Tomás, por facilitarme el acceso a este y otros materiales tan útiles e interesantes.
miércoles, 27 de noviembre de 2013
lunes, 25 de noviembre de 2013
Estructura de la prueba de la PAU de Historia de España
Como sabéis, la estructura de la prueba de la PAU de Historia de España, y que seguiremos (con algunas modificaciones) en los exámenes del presente curso, se basa en los siguientes apartados:
1- Descripción breve de las fuentes o tipos de fuentes (1 PUNTO). En este caso, tal y como hemos aportado en entradas anteriores, nos puede servir la clasificación de las fuentes que ya se ha visto.
2- Exposición sintética de las ideas principales de las fuentes que aparecen en la opción elegida. En este caso, estas ideas se deben enmarcar en las coordenadas generales del contexto histórico en el que se insertan. Ello implica tener en cuenta el NÚCLEO TEMÁTICO que aparece citado en los apuntes. (2'5 PUNTOS)
3- Definición escueta de algunos conceptos básicos, que posteriormente aparecerán, de una u otra forma, en el texto que se deberá elaborar. (2 PUNTOS)
4- Desarrollo de un ASPECTO SIGNIFICATIVO DEL TEMA. Se trata de una redacción, de un texto, a partir de la información proporcionada por las fuentes y de los conocimientos que el alumno tenga. Evidentemente, las fuentes se deberán citar, pero no parafrasear.
Este aspecto se valorará con 2'5 puntos, y se considerará la forma en que el alumno sitúa el comentado aspecto relevante, dentro del proceso histórico que se desarrolla en el núcleo temático previamente identificado. De la misma forma, y en un momento posterior (sería una especie de apartado 4B), se deberá considerar el aspecto relevante antes desarrollado, en un proceso más amplio, para valorar los CAMBIOS Y PERMANENCIAS. Este apartado se valorará con 2 puntos y, evidentemente, implica un conocimiento más exhaustivo, la comprensión de procesos históricos amplios, y la capacidad de relación y de valoración (que no debe implicar un juicio de valor).
1- Descripción breve de las fuentes o tipos de fuentes (1 PUNTO). En este caso, tal y como hemos aportado en entradas anteriores, nos puede servir la clasificación de las fuentes que ya se ha visto.
2- Exposición sintética de las ideas principales de las fuentes que aparecen en la opción elegida. En este caso, estas ideas se deben enmarcar en las coordenadas generales del contexto histórico en el que se insertan. Ello implica tener en cuenta el NÚCLEO TEMÁTICO que aparece citado en los apuntes. (2'5 PUNTOS)
3- Definición escueta de algunos conceptos básicos, que posteriormente aparecerán, de una u otra forma, en el texto que se deberá elaborar. (2 PUNTOS)
4- Desarrollo de un ASPECTO SIGNIFICATIVO DEL TEMA. Se trata de una redacción, de un texto, a partir de la información proporcionada por las fuentes y de los conocimientos que el alumno tenga. Evidentemente, las fuentes se deberán citar, pero no parafrasear.
Este aspecto se valorará con 2'5 puntos, y se considerará la forma en que el alumno sitúa el comentado aspecto relevante, dentro del proceso histórico que se desarrolla en el núcleo temático previamente identificado. De la misma forma, y en un momento posterior (sería una especie de apartado 4B), se deberá considerar el aspecto relevante antes desarrollado, en un proceso más amplio, para valorar los CAMBIOS Y PERMANENCIAS. Este apartado se valorará con 2 puntos y, evidentemente, implica un conocimiento más exhaustivo, la comprensión de procesos históricos amplios, y la capacidad de relación y de valoración (que no debe implicar un juicio de valor).
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ORIENTACIONES PARA REALIZAR EXÁMENES
jueves, 24 de enero de 2013
La necesidad de la enseñanza de la Filosofía en Bachillerato
LA NECESIDAD
DE LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA
Como sabemos, el
ministro de Educación ha anunciado el intento de reformar el actual sistema
educativo. Dicha reforma ha sido aplaudida por algunos sectores, y cuestionada
por otros. Entre los sectores que la han cuestionado podemos detectar
diferentes motivaciones, desde las ideológicas (por diferencias en el color de la política que defienden) a las
diferencias de concepto. Éstas son, a mi juicio, las más importantes, sin
introducir en el término importante
ningún aspecto valorativo.
De entre todos los aspectos que la reforma plantea (exámenes externos,
reforzamiento de las materias instrumentales en la ESO), hay uno de ellos que,
para muchos, pueda ser un aspecto marginal o poco importante, y que, en mi
opinión, en realidad contiene un ideario compartido por gran parte de la
sociedad. Me estoy refiriendo a que, entre otras áreas predominantes en
anteriores sistemas educativos, la Filosofía sufra un importante decremento en
cuanto a horas y estatus dentro del Bachillerato. Aunque no soy un profesor de
dicha materia, considero que su desarrollo es absolutamente necesario en el
seno de las enseñanzas medias. ¿Por qué?
La Filosofía es un área del
conocimiento (y digo bien, conocimiento) fundamental para formar ciudadanos. Aquí
topamos con la disyuntiva entre la formación de los mismos, los sujetos
políticos, o de instrumentos de mercado.
Soy absolutamente consciente de que tanto el anteproyecto de Ley
educativa, que determina como objetivo básico de la educación (que no enseñanza) el formar trabajadores, como
la sociedad, que demanda una formación específica que garantice la adquisición
de un puesto de trabajo bien remunerado, operan en su contra.
La formación de personas para la adquisición de una buena posición
social se ha convertido en el eje de lo que demanda la sociedad. Un buen puesto
de trabajo que, en última instancia, permita consumir cuanto más, mejor.
Es evidente que, tal y como aparece en la pirámide de Maslow, la necesidad más imperiosa y prioritaria del
ser humano es la necesidad material. No obstante, el sistema educativo que la
sociedad demanda no tiene como objetivo la adquisición de un trabajo que cubra
unas necesidades materiales básicas,
sino, en ocasiones, simplemente una vida de un cierto nivel de ostentación y de
comodidades. No se trata de la satisfacción de necesidades elementales. Por
este motivo, hoy se priorizan saberes prácticos o muy técnicos que permitan al
estudiante competir en el mercado de trabajo para adquirir no una vida digna,
sino algo más allá. No es necesario un sistema en el que se desarrollen
conocimientos como los provistos por disciplinas como la Filosofía, las lenguas
clásicas, etc. Pero no es un problema
simple de los políticos, sino que es la sociedad la que demanda su eliminación.
¿Para qué conocer lo que pensaba Platón? ¿Para qué saber latín? Es una lengua
que ya no se habla. Es mucho más importante disponer de conocimientos que nos
capaciten para el desempeño de importantes puestos de trabajo, bien
remunerados, y que nos permitan adquirir costosos bienes y servicios. Ésta es
la realidad.
No importa una formación cuyo objetivo prioritario sea la adquisición
de unos conocimientos que permitan al
ciudadano encuadrarse en el mundo que le rodea, desarrollar su capacidad
crítica, poder reconocer falacias y expresar argumentos debidamente construidos
y fundamentados y, como consecuencia, ser libre.
El resultado de todo este proceso de tecnificación de la enseñanza
es evidente: la gestación de una legislación cuyo fundamento es, en mi
opinión, la formación de un consumidor, la formación de un eslabón más de una
sociedad consumista y hedonista.
A mediados de los setenta, se
produjo una película de ciencia-ficción, Rollerball,
que dibujaba un futuro en el que unos deportistas
que disfrutaban de un altísimo nivel de vida, no se tenían que preocupar por
los motivos del mundo en el que vivían. Cuando uno de ellos se hace preguntas,
su compañero le trata de disuadir de su empeño de saber, de adquirir conocimientos.
¿Para qué saber, si se consume a un alto nivel? Es precisamente ese ansia de
saber lo que justifica un modelo de enseñanza en el que, a mi juicio,
disciplinas como la Filosofía, o, la Historia de la Filosofía, son elementos
capitales.
El conocimiento de los problemas fundamentales de nuestra sociedad, de
nuestro mundo, las estrategias conceptuales para resolverlos, así como el
relato de las diferentes formas usadas por pensadores de otras épocas son, en
mi opinión, instrumentos intelectuales elementales. Resolver los interrogantes básicos del ser
humano, como su esencia, la forma de percibir el mundo, la forma de resolver lo
que es real y lo que no, la diferencia entre lo necesario y lo contingente,
etc., contribuyen a formar personas. Ciudadanos libres, responsables y maduros.
Para ello las diferentes ramas de la Filosofía como disciplina, así como su Historia, son fundamentales.
Gracias a su existencia, a la capacidad de abstracción que se requiere
para su aprehensión, a las coordenadas mentales que implica, otras disciplinas
pueden encontrar un terreno intelectual más abonado para su desarrollo. De ahí
su importancia.
No obstante, todo lo comentado no tiene sentido si, en el fondo, lo
que importa no es la formación de personas (que también tienen que encontrar un
trabajo y, por supuesto, consumir) sino desarrollar trabajadores-consumidores.
Como si de los protagonistas de Rollerball
se tratase. Pero el sistema político que aparece en esa película no es un
sistema democrático, sino
autoritario. Sin ciudadanía formada e intelectualmente responsable,
difícilmente podrá ejercer el poder político, la soberanía, con garantías. Es
decir, sin libertad intelectual, sin pensamiento crítico, no puede existir una
ciudadanía en condiciones de ejercer su teórico derecho a decidir.
Con la marginación de disciplinas como Filosofía, es complicado formar
personas con capacidad de pensar y de expresar las conclusiones a las que
llevan los procesos de pensamiento, así como de defenderlas en debates
constructivos. A cambio, tendremos excelentes trabajadores especializados en
producir bienes y servicios para obtener excelentes salarios que les
posibiliten adquirir más bienes y servicios de similar índole, pero no ciudadanos en el sentido que defienden
pensadores como Hannah Arendt: ciudadanos libres que ejercen responsablemente
su libertad, para así construir una sociedad más equilibrada y justa.
Quizás el problema no es de asignaturas, sino de
concepto de lo que se debe realizar en los centros educativos donde se imparten
las enseñanzas medias.
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