jueves, 24 de enero de 2013

La necesidad de la enseñanza de la Filosofía en Bachillerato


LA NECESIDAD DE LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA

Como sabemos, el ministro de Educación ha anunciado el intento de reformar el actual sistema educativo. Dicha reforma ha sido aplaudida por algunos sectores, y cuestionada por otros. Entre los sectores que la han cuestionado podemos detectar diferentes motivaciones, desde las ideológicas (por diferencias en el color de la política que defienden) a las diferencias de concepto. Éstas son, a mi juicio, las más importantes, sin introducir en el término importante ningún aspecto valorativo.
De entre todos los aspectos que la reforma plantea (exámenes externos, reforzamiento de las materias instrumentales en la ESO), hay uno de ellos que, para muchos, pueda ser un aspecto marginal o poco importante, y que, en mi opinión, en realidad contiene un ideario compartido por gran parte de la sociedad. Me estoy refiriendo a que, entre otras áreas predominantes en anteriores sistemas educativos, la Filosofía sufra un importante decremento en cuanto a horas y estatus dentro del Bachillerato. Aunque no soy un profesor de dicha materia, considero que su desarrollo es absolutamente necesario en el seno de las enseñanzas medias. ¿Por qué?     
            La Filosofía es un área del conocimiento (y digo bien, conocimiento) fundamental para formar ciudadanos. Aquí topamos con la disyuntiva entre la formación de los mismos, los sujetos políticos, o de instrumentos de mercado.
Soy absolutamente consciente de que tanto el anteproyecto de Ley educativa, que determina como objetivo básico de la educación (que no enseñanza) el formar trabajadores, como la sociedad, que demanda una formación específica que garantice la adquisición de un puesto de trabajo bien remunerado, operan en su contra.
La formación de personas para la adquisición de una buena posición social se ha convertido en el eje de lo que demanda la sociedad. Un buen puesto de trabajo que, en última instancia, permita consumir cuanto más, mejor.
Es evidente que, tal y como aparece en la pirámide de Maslow, la necesidad más imperiosa y prioritaria del ser humano es la necesidad material. No obstante, el sistema educativo que la sociedad demanda no tiene como objetivo la adquisición de un trabajo que cubra unas necesidades materiales básicas, sino, en ocasiones, simplemente una vida de un cierto nivel de ostentación y de comodidades. No se trata de la satisfacción de necesidades elementales. Por este motivo, hoy se priorizan saberes prácticos o muy técnicos que permitan al estudiante competir en el mercado de trabajo para adquirir no una vida digna, sino algo más allá. No es necesario un sistema en el que se desarrollen conocimientos como los provistos por disciplinas como la Filosofía, las lenguas clásicas, etc.  Pero no es un problema simple de los políticos, sino que es la sociedad la que demanda su eliminación. ¿Para qué conocer lo que pensaba Platón? ¿Para qué saber latín? Es una lengua que ya no se habla. Es mucho más importante disponer de conocimientos que nos capaciten para el desempeño de importantes puestos de trabajo, bien remunerados, y que nos permitan adquirir costosos bienes y servicios. Ésta es la realidad.
No importa una formación cuyo objetivo prioritario sea la adquisición de unos conocimientos que permitan al ciudadano encuadrarse en el mundo que le rodea, desarrollar su capacidad crítica, poder reconocer falacias y expresar argumentos debidamente construidos y fundamentados y, como consecuencia, ser libre.
El resultado de todo este proceso de tecnificación de la enseñanza es evidente: la gestación de una legislación cuyo fundamento es, en mi opinión, la formación de un consumidor, la formación de un eslabón más de una sociedad consumista y hedonista.
            A mediados de los setenta, se produjo una película de ciencia-ficción, Rollerball, que dibujaba un futuro en el que unos deportistas que disfrutaban de un altísimo nivel de vida, no se tenían que preocupar por los motivos del mundo en el que vivían. Cuando uno de ellos se hace preguntas, su compañero le trata de disuadir de su empeño de saber, de adquirir conocimientos. ¿Para qué saber, si se consume a un alto nivel? Es precisamente ese ansia de saber lo que justifica un modelo de enseñanza en el que, a mi juicio, disciplinas como la Filosofía, o, la Historia de la Filosofía, son elementos capitales.
El conocimiento de los problemas fundamentales de nuestra sociedad, de nuestro mundo, las estrategias conceptuales para resolverlos, así como el relato de las diferentes formas usadas por pensadores de otras épocas son, en mi opinión, instrumentos intelectuales elementales.  Resolver los interrogantes básicos del ser humano, como su esencia, la forma de percibir el mundo, la forma de resolver lo que es real y lo que no, la diferencia entre lo necesario y lo contingente, etc., contribuyen a formar personas. Ciudadanos libres, responsables y maduros. Para ello las diferentes ramas de la Filosofía como disciplina,  así como su Historia, son fundamentales. 
Gracias a su existencia, a la capacidad de abstracción que se requiere para su aprehensión, a las coordenadas mentales que implica, otras disciplinas pueden encontrar un terreno intelectual más abonado para su desarrollo. De ahí su importancia.
No obstante, todo lo comentado no tiene sentido si, en el fondo, lo que importa no es la formación de personas (que también tienen que encontrar un trabajo y, por supuesto, consumir) sino desarrollar trabajadores-consumidores. Como si de los protagonistas de Rollerball se tratase. Pero el sistema político que aparece en esa película no es un sistema democrático, sino autoritario. Sin ciudadanía formada e intelectualmente responsable, difícilmente podrá ejercer el poder político, la soberanía, con garantías. Es decir, sin libertad intelectual, sin pensamiento crítico, no puede existir una ciudadanía en condiciones de ejercer su teórico derecho a decidir.   
Con la marginación de disciplinas como Filosofía, es complicado formar personas con capacidad de pensar y de expresar las conclusiones a las que llevan los procesos de pensamiento, así como de defenderlas en debates constructivos. A cambio, tendremos excelentes trabajadores especializados en producir bienes y servicios para obtener excelentes salarios que les posibiliten adquirir más bienes y servicios de similar índole, pero no ciudadanos en el sentido que defienden pensadores como Hannah Arendt: ciudadanos libres que ejercen responsablemente su libertad, para así construir una sociedad más equilibrada y justa.
Quizás el problema no es de asignaturas, sino de concepto de lo que se debe realizar en los centros educativos donde se imparten las enseñanzas medias. 

1 comentario:

Agustín Pérez Torregrosa dijo...

Muy buen articulo eso sí creo que yo hubiera usado en la argumentación mejor la teoría de Herzberg (La bifactorial) o la de MacClelland (Puede que los nombres esten escritos mal).
Pero igualmente impecable los argumentos