sábado, 26 de mayo de 2018

LA CULTURA EN LA II REPÚBLICA


El período correspondiente al primer tercio del siglo XX, es decir, el período que abarcaba el reinado de Alfonso XIII y la II República se conoce como la Edad de Plata de la cultura. Esto se debía a que coexistieron los protagonistas de tres generaciones intelectuales como la Generación del 98, la del 14 y la del 27.
A la primer de ellas correspondían Pío Baroja, Antonio Machado, Ramón María del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno o Ramiro de Maeztu. A la generación del 14 Juan Ramón Jiménez, Manuel Azaña, Ramón Pérez de Ayala, Gregorio Marañón o Ramón Gómez de la Serna. Por su parte, en la Generación del 27 se pueden incluir Jorge Guillén, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Pedro Salinas, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Federico García Lorca o Miguel Hernández.
Además de estas figuras literarias, debemos destacar la arquitectura, con Lluís Domènech i Montaner, Antoni Gaudí, Puig i Cadafalch… y, en artes plásticas, a Mariano Benlliure, Ignacio Zuloaga, Pablo Picasso, Juan Gris, Joan Miró o Salvador Dalí. Asimismo, en cine destacaríamos a Luis Buñuel, y, en música, a Isaac Albéniz, Enrique Granados o Manuel de Falla. En ello vemos a coexistencia de tendencias musicales más tradicionales, con las vanguardias: el modernismo, el surrealismo, la experimentación pictórica, el cubismo, el postimpresionismo…. Todos ellos movimientos típicamente europeos.
Además de las artes, en la creación intelectual destacan en Medicina Santiago Ramón y Cajal o Severo Ochoa, y, en el pensamiento filosófico, José Ortega y Gasset o María Zambrano. Estas figuras se habían empezado a formar en España, pero, de la misma forma, habían completado sus estudios en Europa. Así pues, con ellos la cultura española traspasaba los Pirineos e introducía un mundo cultural diferente, lo que fue un apoyo importante para el desarrollo de un sistema democrático, el de la II República.
Como causas de esta eclosión cultural se pueden citar la creación de la Institución Libre de Enseñanza en los inicios de la Restauración borbónica, allá por 1876. Este establecimiento educativo, que inició su andadura con enseñanza superior pero acabó abarcando también la primaria y la secundaria,  defendió un sistema educativo basado en métodos inductivos y deductivos fundamentados en la observación de evidencias. Así pues, la consecuencia fue la formación del pensamiento crítico en los estudiantes. Estos estudiantes fueron los que maduraron en el primer tercio del siglo XX y se convirtieron en las figuras antes citadas.
Por otra parte, entre las figuras que dirigieron la Institución Libre de Enseñanza destacan Francisco Giner de los Ríos, su fundador, pero, más adelante, Manuel Bartolomé de Cossío. Bajo la dirección de este último la ILE inició el Museo Pedagógico Nacional, las colonias escolares de vacaciones, la Junta de Ampliación de Estudios, la Residencia de Estudiantes, el Centro de Estudios Históricos o el Instituto-Escuela. Pero, además, en 1931 la ILE fomentó la creación de las Misiones Pedagógicas que fueron esenciales para extender la cultura entre las masas analfabetas españolas sobre las que era muy complicado establecer un sistema democrático.
Entre los pedagogos que se encargaron de llevar este proyecto adelante, y que se vinculó al control de la Iglesia, una Iglesia preconciliar, y a la extensión de una enseñanza sin dogmas destacaron varios. Lorenzo Luzuriaga, que defendió la escuela única, base para la creación de una sociedad sin diferencias entre hombres y mujeres, o Rodolfo Llopis, miembro del PSOE y director general de Enseñanza Primaria desde el Gobierno Provisional. Éste último, además, como maestro, conocía perfectamente la situación del Magisterio Nacional. Había pasado por la Escuela Normal de Cuenca, donde había impartido clases de Geografía en 1921 y sabía de primera mano la importancia que el magisterio tenía en la formación de las clases populares de la España rural. Así pues, fue una de las figuras que, desde el reformismo democrático, trató de sentar las bases de la democracia en una sociedad atrasada.
De todo lo comentado se deduce que esta eclosión cultural, que no se limitó a la alta cultura, se fundamentó en las medidas que habían escapado a los fundamentos del sistema liberal. En concreto, la cultura y la política de la II República provenían de la ILE de finales del XIX, pero, como sabemos, no se extendió. Por tanto, fue un intento de europeizar España, como había defendido Joaquín Costa a principios del siglo XX. Pero no pudo ser.

viernes, 25 de mayo de 2018

Tipos de fuentes textuales


Entre los tipos de documentos que se pueden encontrar podemos citar, ATENDIENDO A SU CONTENIDO, los siguientes:
- Políticos: discursos, tratados, declaraciones, manifiestos, crónicas, panfletos…todos aquellos que tengan un contenido político.
- Histórico- literarios: artículos de prensa, fragmentos de obras literarias, cartas… En este apartado deberemos especificar si el texto es periodístico, epistolar (una carta privada...) 
- Histórico- jurídicos: constituciones, tratados internacionales, concordatos, leyes, decretos, normas…
- Histórico-económicos: textos y documentos que tienen un contenido económico, como informes, gráficos, estadísticas…o el comentario de ellos.
- Histórico- sociales: son los documentos que hacen referencia a la estructura social. En este tipo se pueden incluir cartas, informes, etc.
- Histórico- culturales: serían los documentos que hacen referencia a aspectos relacionados con las manifestaciones culturales.

Ahora bien, ATENDIENDO AL ORIGEN DE LA FUENTE, también deberemos diferenciar entre: 
- Históricos, si se trata de fuentes primarias. 

- Historiográficos: son textos o fragmentos de obras de personas que reflexionan sobre los hechos acaecidos en el pasado.


Y, dependiendo del destinatario, entre: 
- Público, en el caso de que se dirija a un sector amplio de personas

- Privado, si se trata de una carta (documento epistolar...) u otro tipo de documento dirigido a una persona en concreto, pero con un cierto grado de intimidad. 

Estos aspectos, por tanto, sería conveniente incluirlos en ese primer párrafo o punto en el que trataríamos de presentar los documentos a los que nos enfrentamos.
Seguidamente deberíamos entresacar las ideas más importantes para determinar el proceso histórico al que hacen referencia las fuentes propuestas. Este proceso debe insertarse en uno de los ejes temáticos del temario. Por tanto, es muy importante conocer los títulos de los núcleos temáticos del programa, pero no basta con ellos para su ubicación cronológica, puesto que, como sabes, son muy amplios. Por ello la concreción cronológica debe realizarse desde las etapas más amplias (las que aparecen en el temario) hasta las más concretas. Ahora bien, como ya se ha señalado, se debe argumentar esta datación recurriendo a los documentos, para lo cual es muy útil numerar las líneas de 5 en 5, o basarse en un articulado si se trata de una ley. La cuestión es poder utilizar tanto la forma como el contenido de las fuentes propuestas.

lunes, 7 de mayo de 2018

El "desarrollismo"

En los años 60, sobre todo después de las protestas universitarias finales de los años 50 así como la aparición de movimientos de cristianos de base, las autoridades franquistas empezaron a notar que era necesaria una nueva legitimación. ya no era posible recurrir al fantasma del comunismo para justificar el autoritarismo del régimen.

Por todo ello, las autoridades del sistema político franquista desarrollaron un paquete de medidas económicas que tuvieron una consecuencia social, económica y, a largo plazo, política. La población empezó a salir en masa hacia los grandes núcleos de población, así como hacia los países más desarrollados de Europa Occidental, como Suiza, Francia y la República Federal de Alemania. 


Como consecuencia de ello, empezaron a afluir masas de capital extranjero que revitalizaron una nueva forma de hacer economía basada en la planificación. Planificación que se puso en práctica a través de los "planes de desarrollo". Este desarrollismo dejó atrás la autarquía, propia de sistemas políticos autoritarios y de sociedades atrasadas. 

Paralelamente, fue necesaria una nueva Ley de Orden Público y la creación del Tribunal de Orden Público que, en 1963, sustituyó el Tribunal Especial de Represión de la Masonería y del Comunismo. 

Ésta es la historia











domingo, 6 de mayo de 2018

Brevísimas notas sobre la Llei de Contractes de Conreu de 1934

Tras la muerte de Francesc Macià el nuevo presidente de la Generalitat fue Lluís Companys, antiguo sindicalista de la Unió de Rabassaires, campesinos catalanes que trabajaban la tierra en régimen de arrendamiento. Ahora bien, este arrendamiento era un tipo de contrato adaptado a las especificaciones del mundo catalán. En concreto, el contrato de arrendamiento estipulaba que el campesino podía trabajar esa tierra hasta que la planta muriese. No obstante, a la altura de 1934 gran parte de las plantas estaba muriendo, con lo que el futuro de los campesinos estaba en el aire. 

Por otra parte, la Ley de Bases de la Reforma agraria de 1932 no afectaba a las propiedades minifundistas catalanas, con lo que Lluís Companys impulsó, como presidente de la Generalitat, una reforma de este sistema permitiendo a los campesinos que hubiesen cultivado las tierras durante 18 años, acceder a su propiedad. Y, en el caso de que el contrato de arrendamiento se hubiese iniciado, podrían disfrutarlo como mínimo durante seis años. 


Como se puede comprobar, era menos radical incluso que la Ley de Arrendamientos Rústicos, texto que permitía a los arrendatarios que hubiesen cultivado la tierra durante 12 años, el acceso a la propiedad. Y, además, este texto fue aprobado durante el período radical-cedista, con lo que se incluye dentro de la legislación rectificadora del primer bienio republicano pese a que, como sabemos, el ministro de Agricultura que la impulsó junto con la Ley de Yunteros y Pequeños propietarios de 1934, era un intelectual influido por la Doctrina Social de la Iglesia, por lo que iba a moderar considerablemente sus posiciones. 

La Llei de Contractes de Conreu fue considerada como anticonstitucional por el Tribunal de Garantías Constitucionales, con lo que quedó una brecha abierta entre el Gobierno de Madrid y el de la Generalitat. Cuando en octubre de 1934 el PSOE promovió las Alianzas Obreras y la revolución contra la entrada de la CEDA en el Gobierno, Lluís Companys proclamó en Cataluña el Estado catalán, aunque dentro de una República federal española, lo cual superaba considerablemente lo previsto en la Constitución de 1931 y en el Estatut de Núria.